Buenos días desde La Caverna.
Esta mañana mientras desayunaba he leído el artículo de Carlos de Zaragoza en el que alaba las virtudes visuales del juego colectivo, lo cual ha dado lugar para que, entre sorbo y sorbo de café, pensase en lo bello que resulta un partido cuando se conjugan todos los elementos necesarios y lo poco que podemos disfrutar de ello últimamente, siendo habitual observar partidos en los que abundan racanerías en el estilo, monólogos futbolísticos o todavía mucho peor, ambas cosas a la vez.
El último partido entre Valencia y Barça fue un claro ejemplo de lo que deberían ser los partidos de una liga tan potente como la española.
Cabría pensar que a todos nos gustaría observar un buen espectáculo cada vez que sintonizamos la TV, contratamos el canal de fútbol correspondiente, compramos el partido por el PPV, vamos al bar a echar unas cañas durante la retransmisión o, los más afortunados, van al partido para vivir en directo las emociones propias de un gran evento, sin embargo nos estamos acostumbrando a “otro tipo de fútbol” que, por cotidiano, se está convirtiendo en “normal” ante nuestros ojos. Ese “otro fútbol” es el del espectáculo más allá de lo meramente deportivo, el de la actuación, treta y trampa con tal de conseguir una ventaja respecto al rival que nos pueda poner en una posición de privilegio para alcanzar nuestro objetivo. Eso no quiere decir que no sepamos apreciar el fútbol de verdad, pero sí denota un cambio de tendencia que quizá dice mucho del rumbo que está tomando nuestra sociedad.
Pequeñas triquiñuelas ha habido siempre y ha sido lo que le ha puesto la “salsa” al fútbol, ¿quién no recuerda la tocada de pelotas de Michel a Valderrama o la mano de Dios de Maradona? Seguramente el fútbol no sería el mismo sin jugadas de ese tipo, aun sabiendo que no son correctas, sin embargo forman parte de su historia y sin duda alguna contribuyen a que, con la expectación que causaron en su momento, siga siendo el deporte rey. Ahora bien, llegados a este punto creo oportuno distinguir entre lo puntual y lo cotidiano.
Este fin de semana (por citar el último caso) hemos tenido la oportunidad de presenciar el lamentable espectáculo de cómo se trama la expulsión de un jugador con premeditación y alevosía en el encuentro que enfrentaba a Sevilla y Valencia.
Desde mi punto de vista actuaciones como ésta son totalmente deleznables, pero no menos que otras que vemos cada semana, encontrando apoyo en las masas (nosotros) que jalean a estos héroes de pacotilla en lugar de consagrarse en la búsqueda de otros valores más edificantes. Di María, Alves, Ballesteros, Marchena, Fernando Navarro, Marcelo, Busquets, Spahic y una larga lista de pseudo-profesionales de nuestro fútbol están modificando los hábitos consumistas de los aficionados, ofreciendo el pack indivisible de dotes interpretativas y habilidades técnicas por una cuantiosa y jugosa nómina que ya quisiéramos el resto de los mortales.
No parece que importe mucho este tema dado el poco seguimiento que se le hace en los medios, excepto en los de Madrid que como ya sabéis están muy interesados, lo cual tratándose de la prensa poco me extraña ya que, a lo largo de los años, los medios han dejado patente que son oportunistas y partidistas a partes iguales, bailando al son que más les convenga en cada momento y ni siquiera ruborizándose si se ha de cambiar el criterio radicalmente de un día para otro, todo sea por el bien de la cuenta de explotación, pero no deja de asombrarme que el ciudadano de a pie no se rebele ante la estafa continuada a la que estamos sometidos por parte de los profesionales y de LOS QUE SE LO PERMITEN, ya que estamos pagando por ver partidos de fútbol y la mayoría de veces están emitiendo teatro… y del malo.
Imagino que habrá opiniones de todos los gustos, pero me gustaría que hicierais el ejercicio mental de adaptar una situación de estas que vemos cada fin de semana a vuestra realidad personal.
Yo me imagino, por ejemplo, que vendo un tipo de producto concreto, ni el mejor ni el peor, pero es el máximo que puedo ofrecer a mis clientes. Con el tiempo he alcanzado una cuota de mercado que me permite vivir bien, pero de repente empiezo a tener un bajón considerable y, después de sondear un poco, descubro que “alguien” se ha dedicado a poner opiniones muy desfavorables en internet sobre el producto que ofrezco y que no se ajustan en absoluto a la verdad. Seguramente detrás de esta treta hay un competidor que por los medios normales no ha podido arañar mi cuota de mercado y necesita recurrir a este tipo de artimañas.
Si os pasara esto a vosotros ¿lo veríais justo? Yo no y es por eso que cuando contrato un servicio (un partido) quiero ver fútbol, del bueno o del malo, pero fútbol al fin y al cabo, si quiero ver a hombretones cayéndose desplomados ante el menor contacto me voy a la taquilla y me pillo una de Steven Seagal o de Chuck Norris, pero será porque yo quiero, no porque me lo impongan.
Saludos
Fox
No hay comentarios:
Publicar un comentario